Hace exactamente 70 años Brasil y Hungría protagonizaron uno de los partidos más infames en la historia de los Mundiales. La Batalla de Berna, como fue acuñada, dejó golpes, violencia, botellazos y expulsados.
En cuartos de final del Mundial de Suiza, el 27 de junio de 1954 se enfrentaron en el estadio Wankdorfstadion, demolido en 2001, el seleccionado de Brasil, subcampeón cuatro años antes tras perder el “Maracanazo” ante Uruguay, y de Hungría, con un equipo de oro que convirtió 27 goles en esa Copa del Mundo, una marca todavía imbatible.
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Los europeos, que ese día no contaron con el astro Ferenc Puskás por lesión, ya iban 2-0 arriba a los 7 minutos de juego. En un encuentro marcado por una gran cantidad de faltas, la Seleção descontó a través de un penal convertido por Djalma Santos y así terminó la primera parte.
En el segundo tiempo el clima se espesó todavía más cuando los húngaros recibieron un penal a favor para el 3-1 parcial, lo que generó una invasión de oficiales brasileños dentro del campo de juego en desacuerdo con la decisión. La situación escaló con más faltas violentas y la tensión por el descuento de Brasil a través de un muy lindo gol de Julinho.
En el marco de esa violencia, József Bozsik fue derribado brutalmente por Nilton Santos (leyenda del Botafogo, que le puso su nombre al estadio) y ambos se trenzaron a golpes, ante lo cual fueron expulsados por el árbitro. Hungría puso el 4-2 final y las patadas continuaron, incluyendo una del brasileño Humberto Tozzi que derivó en otra expulsión.
El referí puso final al encuentro, aunque los enfrentamientos continuaron, con los futbolistas de Brasil yendo a buscar a sus adversarios al vestuario. El técnico húngaro necesitó cuatro puntos de sutura en la cara por la pelea, que incluyó lluvia de botellazos y la intervención de agentes de seguridad para calmar la situación.
