Poco a poco, las sensaciones tras el revés contra Estados Unidos en la final del torneo femenino de los Juegos de París, el sábado pasado, se fueron transformando, e incluso antes de llegar al hotel, dos horas después de que terminara el partido en el Parque de los Príncipes, todas las jugadoras aparecieron sonrientes y orgullosas de haber ganado la medalla de plata.
Al bajar del autobús, las deportistas fueron recibidas por Aline Pellegrino, medallista en Atenas 2004. Abrazó a cada una de ellas, así como a los miembros del cuerpo técnico.
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“Son medallistas olímpicos. Estén orgullosos de ello”. Miles y miles de atletas deseaban un logro similar. “Enhorabuena!”, repitió Aline, que formó parte de la generación del fútbol femenino que subió por primera vez al podio olímpico en Atenas 2004 y actualmente es Directora de Competiciones de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF).
En el hotel, había una zona reservada para los familiares y amigos de las jugadoras, llena de música en un ambiente muy distendido. Gabi Nunes estuvo con su hermano Roberto y su cuñada Priscila. Vinieron a París especialmente para ver la final.
“Estamos muy orgullosos de este logro de mi hermana y de la selección brasileña. Es una alegría inmensa”, comentó Roberto, que había estado en Francia durante la fase de grupos junto a su madre, Edineide. Tuvieron que regresar a Brasil en ese momento por obligaciones laborales.
También relajada, Yasmim, rodeada de familiares, habló de cómo valorar la consecución de la medalla de plata. “En Brasil, en algunas ciudades y estados, nadie presta atención al deporte. Entonces, cuando un atleta local obtiene el reconocimiento por su esfuerzo y dedicación, aparece mucha gente, monta un podio y empieza el bla bla bla”, manifestó.
Y añadió: “Estoy tan feliz con esta medalla colgada del cuello. Ni siquiera tengo palabras. Es un honor, un momento muy especial, y nunca olvidaré este día”.
